Era 2005 y Paul McCartney vivía uno de sus periodos más agridulces, profesionalmente su regreso a los escenarios tras la muerte de linda y la nueva revalorización de los beatles tras la muerte de George Harrison lo habían hecho el portador absoluto del legado de los beatles. Sin menospreciar a ringo no cabía duda de que por fin Paul era la cara absoluta del poder de su antigua banda y con esto pudo girar y ganar premios y reconocimientos probablemente como nunca en su carrera, en un estatus de leyenda viviente pero como toda luz guarda sus respectivas sombras, personalmente la magia de su matrimonio con Heather Mills y el hecho de haberse convertido en padre por quinta vez a sus 61 años comenzaba a agotarse.
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